A veces meditar empieza con frustración. Frustración de no saber si lo estamos haciendo bien o mal, frustración de no poder callar la mente y los pensamientos, frustración de que no podemos dejar de añadir cosas a la ya larga lista de cosas por hacer, frustración de que por más de que tratamos meditar la mente siempre prefiere andar en las nubes que concentrarse por 10 minutos. Durante las primeras meditaciones, inevitablemente vemos como nuestra mente deambula y nuestro cuerpo siente la tensión que tiene acumulada, logrando que en ocasiones nos demos cuenta de la poca disciplina interna, paciencia o compasión que en realidad tenemos.
Uno de mis trucos para mejorar mi práctica es la respiración. La meditación de respiración puede callar la mente, abrir el cuerpo y desarrollar el poder de la concentración. La respiración está siempre disponible para nosotros, en cada momento del día y en cada circunstancia de la vida. Cuando aprendemos a usar la respiración, esta se convierte en el soporte para la consciencia a través de la vida. En un principio, debemos sentarnos silenciosamente, dejando que nuestro esté relajado pero despierto y simplemente practicamos encontrar la respiración en el cuerpo.
Encontrar la respiración puede significar varias cosas y la experiencia puede ser diferente para cada persona. Para unos puede ser el aire frío que entra por las fosas nasales, o puede ser el movimiento del pecho o el estómago, y para otros puede ser el sonido del aire pasando por la garganta. Sin importar lo que la respiración sea para tí, encuentra los lugares donde está presente o donde no está presente en tu cuerpo. Sin tratar de cambiarla o controlarla, simplemente nótala. Observa si es larga o corta, si es profunda o superficial.

La respiración no está ni bien ni mal, así que no la juzgues. Aprende de ella y de su capacidad de adaptarse, de moverse, de cambiar. Deja que la respiración te enseñe acerca de como cerrar y abrir, de como contraer y como soltar. Con cada inhalación te energizas y con cada exhalación te relajas. Así podemos sentir lo que realmente significa vivir con gracia.
Y, cuando logres observar la respiración, incluso con todo el interés y deseo de fijar la concentración, sin más nada llegarán las distracciones. Las distracciones son el movimiento natural de la mente. Las distracciones llegan porque la mente y el corazón no tienen claridad. La mente es un poco como el agua turbia de la orilla del mar, lodosa porque está mezclada con la arena. Cada vez que llega una ola (una imagen, un recuerdo) tenemos el hábito de reaccionar y dejarnos revolcar por la ola. Entre más fuerte y emocional sea el recuerdo, más se pone picado el mar y sube la marea tratando de hundirnos. Pero si logramos salir a flote, como todo lo que sube, la marea también baja. Trabajar en estas distracciones y no dejar que nos revuelquen ayudará a bajar la marea, a tranquilizar el mar, y que las olas y los recuerdos lleguen calladamente de forma silenciosa y serena.
En promedio un individuo puede sobrevivir 40 días sin alimento y 4 días sin agua, pero sólo 4 minutos sin oxígeno. A medida que incorporamos más la meditación en nuestra vida y somos más conscientes de nuestra respiración, no sólo durante la práctica pero a través del día, nos acercamos más a la vida y llegamos a un mar de agua tranquila y clara. En tu practica, lograrás que los pensamientos y los recuerdos vengan y vayan en un segundo plano, sin molestarte, pues estás tan concentrada en tu respiración que el movimiento de los pensamientos no te distrae ni te perturba.
Practica la respiración 4 – 7 – 8
Gracias por leerme!
Namasté,
